Había una vez una semilla que creció y se hizo plantita. Llovió. El agua movió la tierra y quedó tumbada sobre el barro. El sol la consolaba pero nada más podía hacer por ella, solo sus tibias palabras.
Eventualmente, sus raíces se fueron secando y la savia se apagó en sus venas.
Se hizo barro.
Así te miro, impotente.
10.6.10
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