28.4.11

El buen sabor

Los sabores que nos gustan tal vez no sean ricos, como el arte no es bello sino que se lo considera históricamente así.
Una vez fui a la inauguración de un restaurant koreano, un extraño lugar (extraño a mis ojos occidentales). Había una mesa enorme llena de alimentos para degustar, una maravilla cada bocado, un descubrimiento, como con el huevo kinder, uno lo veía y no podía identificar sólo por verlo qué tenía dentro, había que morderlo, y a veces incluso así no era posible saber qué se estaba masticando. Desde la mesa de postres unos cubitos blancos con apariencia de acrílico opaco, con la opacidad del vidrio empañado, me llamaban. Los koreanos -que eran mayoría en el lugar- se relamían con esos cubitos. Tomé uno entre los dedos, era gelatinoso, una gelatina firme, densa. Cerré los ojos y lo puse en mi boca, y entonces recordé a mi abuela sentada al otro lado de la mesa contándome que cuando era niña había días que comía y otros que no, y que por eso yo no tenía que se mañosa y comer todo lo que me dieran. Con eso en la cabeza, mastiqué y tragué aquella cosa horrible. El estómago se quejaba, se retorcía y de a ratos creí que la fuerza de la norma social no iba a ser suficiente y yo iba a vomitar en alguna planta de las que adornaban los rincones. Pero pude aguantar. Tapé el sabor con tres o cuatro rollitos primavera, esos crocantes paquetitos de verduras tan sabrosos, cubiertos de picante salsa de ajo.
El buen sabor es un invento, una convención. Tal vez un aprendizaje.

15.4.11

Tábanos

Los tábanos venían una vez al año a firmar mis recuerdos, una vez al año de vacaciones a Río Negro en verano con los tábanos dando sus ocho vueltas antes de posarse a picar, zumbando en la memoria acarrean voces adolescentes que ahora deben ser graves y barbudas, el olor de las frambuesas doblando los tallos en turgente oferta de azúcar, todo viene con los tábanos y entonces no puedo ver más ni sexo ni amor porque hablar de tábanos es hablar de libertad para correr y trepar árboles y llenarse los bolsillos de nueces y dormir en carpa y amasar pan que se cuece en la fogata enroscado en una ramita verde sobre la llama.

14.4.11

agarofobia

Ese espacio en el que no naciste, lugar de ellos, otros, esos que no te quieren mirar.
Huellas invertidas de pies torcidos, como el arrastre de un cuerpo muerto.
Muerto muerto muerto bajo el sol turbio de la siesta de un lugar como este.
Polvo de las piedras rajadas en la luz de fuego, polvo de los que respiran junto a ellas, de los que caen junto a ellas, de los que mueren con los pies torcidos.
Edipo al menos se quedó ciego y evitó la espantosa visión del afuera.

13.4.11

la voz

La voz salió precipitada por el embate del viento. Amanecía en algún lugar, hacia allá fue la voz. Corrió sobre los árboles las piedras las antenas parabólicas  los balcones de los más altos edificios. Atravesó el jardín y la gran magnolia en letargo otoñal. Buscó una ventana alta, pequeña, de bisagras azules. Allí hizo su nido, esperando que se abrieran los batientes y le permitieras entrar, entrar en tu noche, en tu pecho negro.
Nunca respondiste.

7.4.11

sueño

periférica te respiro
tu piel, tus marcas
la yema quemante de tus dedos
es imaginaria
el deseo se enrosca en un capullo
no se elige 
no se rasga
te intuyo en mi oquedad
lloro placer