20.3.12

Elige tu propia representación de mundo

Después de los asesinatos de Matias y Emanuel que coparon los medios y por lo tanto la opinión pública, más otros asesinatos menos mediáticos; después de campañas electorales tristemente célebres, como la de Daniel Cassia, o las promesas incumplidas de Jaque; tras la actualización del campo semántico de los derechos humanos en el discurso oficial, la gente reclama en la calle a boca de jarro. Este tomar las calles de la clase media debería dar alegría, pero en realidad  esa sensación de reclamo está teñida por el miedo a perder lo poco ganado y esa forma tan extraña de hablar de los derechos humanos. Esa voz popular que distingue “derechos humanos de los delincuentes” frente a “derechos humanos de los trabajadores”, como si unos fueran más humanos que otros…

¿Qué son los derechos humanos? Por lo que tengo entendido, sin ser especialista ni mucho menos, los derechos humanos son todas aquellas libertades inherentes a cualquier persona que le garanticen una vida digna. En las condiciones actuales de vida serían derechos humanos el derecho a una vivienda digna, a un trabajo digno, a una salud que permita vivir con dignidad, a una educación de calidad que entregue herramientas para forjar cada uno su propio futuro. Cabe entonces preguntarse si fueron violados antes los derechos de los delincuentes o los de los trabajadores. Y no intento justificar a unos u otros, la violencia es injustificable, solo quiero llevar la discusión al punto en que nos preguntemos por la causa real de todo esto que vivimos. Y me aventuro a dar dos respuestas: 1) el Capitalismo, 2) la mano “blanda”. Si usted no cree que la causa sea el Capitalismo, saltéese completamente el apartado 1 y lea directamente el número 2.

1
¿Qué es el capitalismo? Es el ordenamiento social en forma de pirámide, en el que la gran mayoría de la población responde a las órdenes de un pequeño grupo, la cabeza (kaputt en latín). Ese ordenamiento se basa en la mala distribución, o acumulación, de bienes, o sea la desigualdad. Esto ya se opone a eso que significan los derechos humanos, que nacen de la Libertad, Igualdad, Fraternidad de la Revolución (burguesa) Francesa. Entonces, tenemos que el Capitalismo se opone por definición y práctica a la igualdad de las personas, a sus derechos básicos para una existencia digna.

Bien, ahora cualquiera se preguntará ¿qué hacer contra ese monstruo horrible? Cualquier acción que tienda a construir relaciones horizontales, de igualdad, es una forma de oposición al sistema que nos valora en la medida que consumimos; ser concientes y responsables por nuestros actos. Esto debe ir de la mano de condiciones dignas de salud, vivienda, trabajo y educación. Dignidad no es ostentosidad; no es más digno un plasma que un tele a perilla. En la medida que consumimos somos parte del sistema que genera violencia e inseguridad. 

2
Usted piensa que estamos como estamos por tener “mano blanda” con los delincuentes. ¿Qué pasaría si endureciéramos la mano conservando la idea de igualdad que está en la base de los derechos humanos? Sucedería, por ejemplo, que un juez condenaría a una persona a X años de prisión, en la prisión las condiciones son indignas, cualquiera puede dar fe de eso. Entonces, si una persona condena a otra a vivir en condiciones indignas, que además no le permitan reinsertarse o capacitarse para no reincidir, estaría violando los derechos humanos de esa persona y por lo tanto debería ser juzgado. Esto se haría infinito y no acabaríamos de juzgar hasta que quedara una sola persona libre. Lo mismo sucedería si implementamos la pena de muerte, muerte al ejecutante, al ejecutante del ejecutante, y así hasta que solamente quedara una persona viva. Bien, entonces este no es el camino.

¿Qué hacemos entonces? Seamos concientes y responsables de nuestros actos, que nuestra vida sea liberadora y respetuosa, porque en las personas de a pie no cabe la tarea de juzgar a otro; entendamos también con este tema de la responsabilidad cuánto influye el nivel de violencia (física y sexual) que vemos en la pantalla en el aumento de los asesinatos y las violaciones. No podemos decir tampoco “No a la violencia” viendo películas como Sin city o hablar de lo terrible de las violaciones si vemos a Tinelli. Y ellos, como forjadores de contenidos masivos, no pueden desligarse de su responsabilidad en estos hechos. No puede un gobierno que se dice respetuoso de los derechos humanos endurecer la mano ni aumentar la presencia policial en las calles para enfrentar la inseguridad sin tener en cuenta el papel fundamental de la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. Y esto lo digo porque la policía es una institución homogeneizante, que cumple tareas de censor. En fin, conciencia y responsabilidad por un lado, dignidad por el otro, todo para todos, y en la misma medida.

Delincuentes

Derechos humanos son aquellos que corresponden a los humanos y a nada más, o sea, a eso que llamamos "medio ambiente".
La mitad de todo es el ambiente, y la otra mitad, nosotros (?!). Claro que no todas las culturas hacen esta horrible división, esta orfandad de mundo que hacemos los occidentales-capitalistas-modenos.
Porque al escindirnos del mundo, nos ponemos sobre él como monstruos devoradores, lo poseemos en sus líquidos, cielos y criaturas, lo roemos y lo rompemos para el lujo, el ostento, el "confort", la "diversión".
Está claro que algo nos falla. No puede ser que veamos tan natural ese atravesar el mundo a mordiscones, bajando un árbol para plantar soja para hacer combustile para mover una máquina que tala árboles.
Esa violencia nadie la juzga, no hay leyes que defiendan ese árbol. Y no las hay porque no nos conmueve. No nos conmueve la muerte del árbol, del pez que será empanada gallerga esta pascua, del pollo que se crió atado, pinchado y entubado para que engorde rápido y sea devorado más rápido aún.  Y si eso no nos conmueve ¿porqué habría de importarnos la suerte del vecino? Para el caso es lo mismo, es otra critatura más, distinta de uno, e igual de descartable y usable que las demás. Que la única razón válida parece ser la propia, y el derecho se constituye en el peso del más fuerte, el que grita más, el que puede encerrar en sus armarios la comida y el agua y obligarnos a hacer lo que sea para conseguirla.
Todo es una misma cosa; no somos mejores que esos llamados delincuentes, somos el mismo monstruo devorador.
Yo creo que desde ahí arranca el cambio.
Lo que no sé es si ya hemos pasado el punto de no-retorno.